Toma de Posesión de Trump: Un Show de Reality con Magnates de Lujo

 

20 de enero de 2025, el día en que la política estadounidense se convierte en algo que ni siquiera Netflix podría imaginar. Fue en este escenario, con un telón de fondo digno de Las Vegas, donde Donald Trump, el rey de los reality shows y los tweets incendiarios, asumió el cargo para otro capítulo en la historia de los Estados Unidos… ¿o sería un spin-off?

¿Y quién estaba allí para aplaudir? Un selecto club de magnates multimillonarios, los mayores fans del hombre que transformó un eslogan ("Make America Great Again") en un fenómeno cultural tan penetrante como un anuncio de colchones.

Primero, tenemos a Elon Musk, el genio excéntrico de las naves espaciales y los coches eléctricos, con su enigmática sonrisa que podría significar "apoyo político" o "solo estoy aquí para vender Teslas". Dicen que le susurró a Trump: "Vamos a colonizar Marte juntos, siempre que no lleves tus tweets allí". No se sabe si hablaba en serio o si simplemente estaba probando una nueva inteligencia artificial creada para detectar sarcasmo presidencial.

Y, por supuesto, estaba Jeff Bezos… no, espera. Bezos no estaba allí. Parece que perdió la invitación en un retraso de entrega de Amazon. Pero no te preocupes, Mark Zuckerberg tampoco apareció, ya que estaba ocupado actualizando el metaverso con filtros especiales para ocultar cualquier expresión humana durante los debates políticos.

Volviendo a la fiesta, la audiencia parecía una reunión del club de los multimillonarios, con risas contenidas y miradas de "¿cuánto cuesta alquilar la Casa Blanca para eventos corporativos?". Trump, como anfitrión nato, no decepcionó. Entre promesas de "hacer más dinero que cualquier país del mundo" y chistes sobre rivales políticos que envidiaría cualquier comediante de stand-up, ofreció exactamente lo que se esperaba: un espectáculo de ego, extravagancia y frases hechas.

Mientras tanto, el público comentaba: ¿Elon Musk realmente apoya todo esto? ¿O solo estaba probando un nuevo traje espacial disfrazado de traje formal? Un misterio que ni Sherlock Holmes podría resolver.

Y así terminó el día, con el desfile tradicional, discursos llenos de superlativos y magnates preguntándose si podrían pedir un reembolso por el tiempo perdido. Al fin y al cabo, como todo buen reality show, la toma de posesión de Trump no trataba de política, sino de puro entretenimiento, con una pizca de ironía y una buena dosis de absurdos.

Hay algo fascinante en estos personajes que transforman sus ideas en imperios. Y por eso los admiro (lo admito).

Elon Musk, por ejemplo. Un hombre que, mientras discutimos política en Twitter, literalmente construye cohetes y reinventa nuestra forma de pensar sobre la energía renovable. ¿Está siempre en lo correcto? Por supuesto que no. Pero, ¿quién más se atrevería a enviar un coche al espacio solo para demostrar que puede?

¿Y Trump? Bueno, él es la definición de "ámalo u ódialo". Podemos criticar su estilo, sus políticas, incluso su cabello –y muchos de nosotros lo hacemos con gusto– pero nadie puede negar que tiene el talento de convertir cada movimiento en noticia de primera plana. Ha entendido cómo jugar el juego de la relevancia en el siglo XXI y, de alguna manera extraña, se ha convertido en el protagonista que el mundo no sabía que quería (o temía).

Estos magnates y líderes son como personajes de una película tan surrealista que a veces olvidamos que es real. Y quizás eso es lo que los hace tan cautivadores, incluso si no estamos de acuerdo con ellos en casi nada. Son personas que desafían el status quo, que no piden permiso para soñar (o para dominar el mundo, dependiendo de la perspectiva) y que avanzan, incluso cuando la mitad del planeta pone los ojos en blanco.

Entonces, lo admito: hay algo en ellos que admiro. No porque esté de acuerdo, sino porque, a pesar de todo, son la prueba de que pensar en grande –a veces absurdamente grande– puede llevarnos a lugares inesperados. Incluso si esos lugares están en Marte.

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